Hoy he visto
Amor (Amour), una de sufrir, aguantar y amar.
Lo sobrio que se ha vuelto
Michael Haneke últimamente. De
momento le está sirviendo para que le lluevan premios por todas partes. Con
La Cinta Blanca ya se hizo con una buena colección y parece querer repetir con
esta sincera película sobre la vejez, la enfermedad y la impotencia con la que
nos enfrentamos a ciertos cambios sin retorno.
La trama nos presenta a Anne y Georges, una pareja parisina
de octogenarios que disfrutan de la música que un día fue su vida. Sin avisar,
como siempre ocurren estas cosas, Anne debe ser operada y la parte derecha del
cuerpo deja de responder. Su marido intentará que la vida de ambos sea lo más
parecida a la que tenían semanas antes, algo imposible, mientras ella empeora
día a día hasta convertirse en una niña necesitada de cuidados continuos. El
amor y cariño los mantendrá unidos hasta un último acto absolutamente
conmovedor.
Emmanuelle Riva y
Jean-Louis Trintignant interpretan a la
pareja protagonista de un modo soberbio. Sus miradas durante el desayuno
inicial ya les podrían haber valido una nominación pero el proceso de
transformación que sufre
Emmanuelle Riva es algo fuera de lo normal. Su trabajo
es tan intenso que cuando
Haneke nos recuerda escenas cotidianas antes del
suceso, parece imposible que se trate de la misma actriz. Con
Trintignant
sucede algo parecido aunque de un modo más sutil. La comparación de las dos
escenas donde una paloma se cuela en la casa nos presentaría a dos tipos de
vitalidad definitivamente opuesta. Además, tengo que decirlo, él me
caía bien de antemano por
El Gran Silencio de
Corbucci.
Si esta película fuese americana, el director hubiese
incluido tres o cuatro escenas de lloros sin medida mientras una potente banda
sonora remarcase lo triste del momento. Al ser una coproducción austro alemana,
Haneke puede pasar de sentimentalismos facilones y lo que presenta es mucho más
sincero y autentico. Sin música de fondo salvo los determinados momentos de
recuerdos de un piano pasado, los protagonistas se enfrentan a la realidad tal
cual es, sufriéndola sin dramatismos artificiosos que suficientemente dura es
ya.
La pareja protagonista no vive su amor apasionadamente.
Incluso ellos mismos parecen haber olvidado ese sentimiento y, a fuerza de
rutina, lo han transformado en cariño y respeto mutuo. La enfermedad
golpea esta monotonía y rompe por completo su pequeña fortaleza parisina, es entonces cuando un sentimiento más profundo sale a flote. El único sentimiento que
permite olvidar por completo el bienestar propio a favor del mutuo.
Tras ganar la Palma de Oro en Cannes, cinco nominaciones a los Oscar avalan internacionalmente esta historia, cuatro para el propio
Haneke como mejor película,
película extranjera, dirección y guión original, y una para
Emmanuelle Riva
como mejor actriz protagonista. Candidaturas importantes donde tampoco
hubiese sido extraño encontrarse a
Trintignant por un trabajo tan cuidado,
aunque reconozco menos impresionante, que el de su colega de reparto. Parece
que este año el alemán sí va a quitarse la espinita de Hollywood.
Aquí el
tráiler. Una película imprescindible para los que
puedan disfrutar del cine áspero y sin adornos. Una de las mejores películas
sobre lo amargo de la vejez junto con la española
Arrugas. Un 8’25.
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