Steve Coogan y Amparo Baró |
La trama nos presenta a Philomena, una irlandesa que un día
le confiesa a su hija un secreto que lleva consigo cincuenta años. Cuando era
joven se quedó embarazada se vio obligada a vivir en un convento. Las monjas
del lugar vendieron a su hijo como hacían con los de todas las allí presentes y
nunca más volvió a saber nada de él. Cuando un periodista se entera del caso,
ayuda a Philomena a rastrear las pistas y buscar al niño perdido.
La versión americana va a ser infumable |
El guión de Coogan y Pope esquiva el melodrama forzado
y lo introduce cuando es indispensable. No se hace cuesta arriba en ningún
momento y los paréntesis cómicos están tan mimados como el trato de la historia. Desconozco si la Philomena real es tan bondadosa, pero me da igual porque
aquí funciona.
Una película de fondo muy amargo pero envoltorio sumamente agradable.
Una forma elegante y eficaz de hacer justicia a un relato que debe ser contado.
La mala noticia que nos trae es que no sólo en España hubo tipas que vendieron
niños con el pretexto del castigo divino.