¿Qué os gustó Servillo? Pues dos tazas |
La trama presenta a un estirado secretario del partido
de la oposición. Las malas críticas de su gestión y liderazgo
obligarán al protagonista a huir durante unos días a casa de una amiga de
juventud. Mientras tanto, sus asustados asesores remplazan al honorable con su
hermano gemelo, un tipo divertido y bipolar que acaba de salir del manicomio.
El pueblo, ahora sí, adora al candidato.
Toni Servillo es todo lo bueno de la película. Insisto en
que por culpa de la obra maestra del año pasado ya lo tenemos ensalzado pero,
pese a eso, creo que su actuación aquí merece reconocimiento por sí sola. Los
dos hermanos son diferentes, uno es recto, aburrido y preocupado mientras el
otro se divierte sonriendo, canturreando y soltado citas poéticas aquí y allá. Ambos
comparten, eso sí, un fondo melancólico en la mirada, un pasado brillante enturbiado
por una pena que volvió loco a uno y amargó al otro. Toni Servillo consigue
todo eso hablando, en silencio o tarareando, lo que le de la gana.
El problema de Viva la Libertà es que se queda corta en
todas sus tramas. Ni se profundiza en la relación pasada y presente con ese amor
de la infancia ni en el cambio político del sustituto. Esto último es lo que
realmente lastra el conjunto que necesita urgentemente la dosis de reforma de
partido que piden sus personajes.
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