Amanece en Edimburgo (Sunshine on Leith), una de enredos
familiares insulsos y cantaditos.
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Críticas un pelín exageradas |
Musical basado en la obra que ha entusiasmado a los
escoceses durante unos años y pero que resulta complicado imaginarse fuera de allí. Más que nada
porque hay que ser muy fan de
The Proclaimers, banda de la que se toman todas
las canciones, para disfrutar un poco de este fútil intento de trascender.
La trama, escrita de nuevo por el mismo autor, nos cuenta tres historias de una misma familia. Los
padres se enfrentan a una aventura del pasado coincidiendo con sus bodas de
plata, la hija quiere dejar al novio para emigrar y el hijo, bueno, su parte realmente no incluye ningún problema salvo algo de dudas por parte de su
novieta.
No creo que sea un problema local, al fin y al cabo un tío
de Perth bordó el prota del mejor musical moderno hasta la fecha, sí,
Ewan McGregor en
Moulin Rouge. El problema básico es que el barniz teatral a las canciones de
The Proclaimers le ha sentado tan mal como el flojísimo intento por hilarlas
con una historia sosa como ella sola. Las letras, leídas en los subtítulos, se vuelven
absurdas cuando son cantadas a lo Broadway si no han sido escritas para ello.
Además, esta película ha supuesto una decepción
personal. Primero porque no tengo ningún miedo a los musicales y tras una
semana de estrenos flojísimos, maldito mundial, esta era prácticamente mi
última oportunidad. Por otro lado, mi adoración por Edimburgo y la cultura
escocesa hace que este fraude tontorrón se me presentase de antemano como un
atractivo paseo por la ciudad. Una pena que sólo salve dos o tres de todos sus numeritos.
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Hasta en el garito |
Aquí el
trailer. Al menos no he llegado a sentirme tan
avergonzado de mi condición humana como con
Mamma Mia!. Un 5.