Todos locos |
La trama nos cuenta cómo Júpiter, una pobre chica que trabaja limpiando casas, se ve envuelta en un intenso conflicto galáctico. Resulta que tiene los genes de la fallecida matriarca de una gran familia que cultiva mundos, como suena. Su heredero la quiere matar mientras que, el hermano de este, contrata a un soldado mutado renegado para que rapte a la joven y hacer del incesto reencarnado un negocio. Tienen otra hermana pero no sé si pinta nada, el caso es que la prota se enamora de su raptor y este de ella y se casan y fin. Entre medias se dan de tortas con todos varias veces.
La cara del espectador es un reflejo de la de Mila Kunis que parece no saber nunca dónde está ni importarle lo más mínimo. Su personaje es tan absurdo que en cinco minutos asume que hay vida inteligente extraterrestre, que forma parte de un complot empresarial y que es la nueva reina de no se qué. Le sobra tiempo para enamorarse de su protector en la segunda conversación que tienen. Este es Channing Tatum que intenta tomárselo un poco más en serio pero fracasa cada vez que se mira al espejo y recuerda el maquillaje que le ha tocado.
Channing no te ralles |
Y ya que digo algo positivo, imposible no subrayar la música de Michael Giacchino. Como si ensayase para cuando le toque suplir al maestro en las futuras Star Wars, Giacchino llena el espacio de fanfarrias y metales poderosos que alternan con cuerdas suaves y sinuosas. Una maravilla de banda sonora muy por encima de la película a la que acompaña.
Y es que no hay que darle más vueltas, El destino de Júpiter es un nuevo intento de los Wachowski de plasmar algo que huele más a otros formatos, como el cómic, que a cine. Su falta de vergüenza a la hora de escribir diálogos, personajes y situaciones ridículas, encaja a la perfección con lo tonto de su rimbombante argumento. Y aun así, si no me obligan a volver a verla nunca, no lo he pasado mal.
Pasándolo teta |
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