A la lista de deberes, vamos |
Muy alejada del drama social que se podría esperar aquel que vaya con la información justa, Güeros es una aventura juvenil de descubrimiento y arrastre. La trama nos presenta a Tomás, un joven que vive de las broncas de su madre y decide marcharse una temporada con su hermano mayor, Sombra. Este comparte un piso que no paga con un compañero y deja pasar las horas, auspiciado por una dura huelga universitaria que preside la chica de sus sueños. Todos juntos descubren que uno de los mitos de la infancia de los dos hermanos, un tipo que salvó el rock mexicano, está a punto de morir en soledad. Deciden emprender una bacheada epopeya hasta conseguir la firma del artista brumoso.
Nada es totalmente cierto, pero desde luego no es un sueño. En esas van flotando los jóvenes actores, entre delincuentes, activistas y gente de la alta sociedad que no entiende su enigmático vagar. Ni es una huída ni es hacia adelante, es flotar llevado por la corriente, eligiendo sólo en momentos clave un giro nada casual, para luego volver irremediablemente al letargo. Y vuelta a empezar claro.
Por si todo este gafapastismo no fuese suficiente, Ruiz Palacios se permite la ironía y el metalenguaje, no tomándose nunca demasiado en serio y permitiendo el humor para rebajar la dosis de blanco y negro. Es decir, hasta hace fácil el trago para nos que tenemos miedo a disfrutar de lo puramente artístico.
Dicho todo esto, si es que he dicho algo, Güeros merece convertirse en un éxito del boca a boca entre los amantes del cine. Una mirada al México actual absolutamente contraria a la esperada y, de algún modo, tremendamente familiar. A todos nos ha perseguido alguna vez un tigre.
Los Jean-Paul Belmondo y Anna Karina del D.F. |
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