El cartel es bonito |
En esta ocasión, la encargada de comandar el proyecto ha sido María Ripoll, directora que ha sabido cohesionar el guión para, al menos, que tenga una estructura correcta. Y es que si de algo me he quejado en las críticas de las comedias hermanas a esta, es en la falta de tino narrativo, algo que aquí solventa Ripoll como puede. Pensando mal, diría que se debe únicamente a la sencillez pasmosa de la trama, pero tampoco el resto se puede decir que fuesen demasiado originales y ni así cumplían.
La historia nos cuenta cómo dos jóvenes van a casarse y por el camino hay líos con el vestido, la "despedida" de soltera y demás. Y ya está, hoy en día no necesitas nada más, y menos si consigues que Dani Rovira, nuestro nuevo Dany Boon, salvando las distancias, se encargue del protagonista. A mi me cae bien y, recordando siempre que no es actor, soy capaz de pasar un buen rato con sus pavadas. Lo mismo ocurre con María Valverde, sé que muchos, o muchas, no podéis con ella pero a mi me gusta y no tengo más que decir.
El pack que sí |
El resto es intentar que funcionen bromas que hicieron reír más a la sala que a mí. Ojo a la prepotencia de esta frase, pero es lo que hay. De hecho, noté algo que os hará odiarme aun más, y es que cuando salía Jordi Sánchez en pantalla todo el mundo reía antes de que hablase, después decía una broma y sólo me hacía gracia a mí. Genial el departamento de casting con este fichaje que funciona, por turnos, en todos los aspectos. Si su frase en Amsterdam no la hubiese oído unas diez veces en los machaques de los trailers, hubiese sido épico al unir a todos los públicos.
En definitiva, una cinta más de humor blanco televisivo, narrada de forma correcta pero aun vacía, sin el gancho de las americanas a las que imita y con un poco más de estilo que sus coetáneas patrias.
Cuidado con las titas |
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