El niño y la bestia (Bakemono no ko) es la nueva historia del maestro Mamoru Hosoda y otra prueba de que nada ha sido casualidad o suerte, es un genio de la animación y no hay más que hablar. La trama nos presenta a un joven que llega a un mundo donde animales antropomorfos viven en armonía, temerosos de que se cuele algún humano y rompa el equilibrio con su fuerza negra interior. Es adoptado por Kumatetsu, un prometedor guerrero que aspira a ser el próximo Gran Señor pero es demasiado desastre y solitario. Juntos emprenderán un intenso entrenamiento donde aprenderán el uno del otro mientras vemos un montaje a lo Rocky bien molón. Todo muy japonés, jugando con su mitología y costumbres, siempre preocupados de no terminar de mezclarse con la naturaleza para que siga viviendo. Para rematar la jugada, incluye grandes referencias a Moby Dick e incluso una especie de Shadow Link, gloria pura. Es un placer ver cómo una película de animación se cuela en la Sección Oficial de un festival como el de San Sebastián. Una pena que a estas alturas tengamos que seguir con reivindicaciones pero bueno, poco a poco. De momento es mi favorita.
El apóstata lleva en mi lista desde que vi su cartel. Enigmática, oscura y blasfema, era una de las cintas de las que más esperaba y, como suele ocurrir en estos casos, la decepción ha estado a la altura. El argumento se centra en un tipo que no termina de hacer nada con su vida y decide apostatar, descubriendo que es un costoso proceso ideado para que la Iglesia no pierda cifras de adeptos fácilmente. Sosa y anodina, juega a representar el vacío existencial del protagonista como único patrón de la trama, forzando el chiste de la vagancia diaria hasta calar en el espectador. Todo desde un supuesto humor negro que hizo las delicias de muchos de los presentes pero que no funcionaba conmigo, de morros con la película desde que a la media hora me rendí a su obvio naderío. Excentricidades por aquí, quejas por allá, llegamos al final de la película sin que realmente haya sucedido nada y hay que entender ese hecho como la mayor propuesta de la cinta. Al menos es consecuente, nada de nada, en todos los sentidos. Truñete al canto.
Taxi Teherán (Taxi) es la nueva triquiñuela, y van tres, del iraní Jafar Panahi, condenado por su país a no hacer cine, fuerza vital que le obliga a hacer cine. Conduciendo un taxi por la ciudad, utiliza tres cámaras en su interior para mostrar parte de la realidad de su país a través de sus supuestos viajeros. Discusiones sobre pena de muerte entre dos desconocidos, un traficante de películas pirata, unas abuelillas con un pez y hasta dos accidentados camino al hospital pasan por el vehículo del director. Además del traficante de cine, que recrimina al conductor que si no fuese por él no habría visto Midnight in Paris, es de destacar el momento en el que la sobrina de Panahi hace de reportera improvisada y replica a su tío como nadie hasta el moento. Una divertida experiencia con la que disfrutar del cine, especialmente teniendo en cuenta lo que supone que exista pero sin olvidar que el resultado también vale la pena por sí mismo.
Irrational Man cerraba la jornada llenando la sala 2 del Kursaal a las doce de la noche, espacio en el que me he hecho fuerte y que hasta ahora ocupábamos cuatro valientes. El neoyorkino presenta una de esas cintas allener than Allen, con todas sus obsesiones presentes y hasta mezclando sus tonos favoritos. Todo lo hemos visto ya pero eso no quita valor a esta cinta medida, funcional y limpia. La trama nos presenta a un profesor de filosofía que encandila a una de sus alumnas. Su oscuro pasado y tristeza presente, hacen soñar a la joven con un interesantísimo futuro a su lado. Él está cansado de todo, se agarra a la petaca y no consigue sentir nada por todas las casadas y emparejadas que se le tiran encima. Un día la cosa cambia, descubre algo que vuelve a dar sentido a su vida y, con energía renovada, resulta incluso más irresistible. El combo Emma Stone y Joaquin Phoenix es tan vibrante como cabría esperar de dos grandes profesionales de su nivel guiados por un tipo como Allen. El guión vira poco a poco hacia la comedia negra según avanzan los minutos y, si se echa la vista atrás al final, parecerán dos películas diferentes con un cambio tan gradual que resulta imperceptible. Como Match Point bajo el filtro de Misterioso asesinato en Manhattan, como un Scoop a lo Delitos y faltas, seguramente su único problema es no legar al nivel de sus obras maestras pese a volver a fundirse, con puntualidad anual, a todos esos que ensalzamos por intentar copiarle. Qué gusto.
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