Había esperanzas. Tras aquel traspiés en el que el relevo no funcionó, el regreso de Matt Damon a la saga, de la mano de Paul Greengrass, podía haber significado un nuevo empujón, una nueva base sobre la que asentar el futuro. Queríamos que fuese su propia 'Diamantes para la eternidad'.
Lo cierto es que, pese a contar con escenas de acción convincentes y volver a sacar a la luz los trapos sucios más queridos de la franquicia, que este renacer se construya a base de repetir los tópicos más manidos de las adaptaciones de Robert Ludlum duele.
Se deja llevar por esa inercia de gran trama global de episodios viajeros en la que ya entraba 'El ultimátum de Bourne'. Ya no existe la Europa fresca de las dos primeras entregas, incluso la persecución griega huele más a estudio que a intriga en calles vecinas.
Si esto continúa, acudiré sin falta a las citas venideras, pero la ilusión será mucho más comedida. Este es mi orden y, para los despistados con los títulos: 2 > 1 > 3 > 5 > 4.
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