Era difícil que saliese bien. Para empezar, la gracia de ‘John Wick: Otro día para matar’ (Chad Stahelski, David Leitch, 2014) fue que nos pilló de sorpresa. Nadie esperaba que esa producción con un cansado Keanu Reeves, y que se estrenaba directamente en plataformas digitales, pudiese ser uno de los títulos de acción más refrescantes del año.
Por otro lado, la hipérbole a la que se está llegando a la hora de defender ambos títulos es algo ridícula. Aficionados de todo calado venden esta secuela como la cinta definitiva, el tratado sobre el cine adrenalítico que se estudiará en las escuelas del futuro. No se puede decir tan a la ligera eso de "la mejor película de acción de la década", cuando comparte decenio con 'Dredd', 'The Raid 2' o 'Mad Max: Furia en la carretera'. Pues bien, ni flipándose de ese modo han conseguido chafarme la experiencia. Salí del cine entusiasmado, necesitado de una tercera entrega y plenamente consciente de que no hay que cambiar la historia para molar fuerte.
Y es que ‘John Wick: Pacto de sangre’ es exactamente la ensalada de tiros que promete ser, que no es poco. Logra ampliar su propio universo, contándonos más sobre las diatribas de los asesinos y sus normas, especialmente en lo referente al uso de los Continental, esos hoteles que son casa y donde no se vale.
Da igual que Keanu ande como un pato y actúe de aquella manera, es nuestro Keanu y hay que quererle como es. Además, aunque probablemente sea el parche más tontorrón y sin sentido de la película, que coincida con Laurence Fishburne es gloria pura.
Con un Chad Stahelski potente a los mandos, música de Tyler Bates mucho menos incidental de lo habitual, un logrado reparto de secundarios y la conseguida combinación de efectos prácticos y digitales, esta secuela allana el camino para que tengamos una nueva trilogía inesperada con la que disfrutar una y otra vez.